Domingo IV de Cuaresma – Domingo de la alegría
Canto: HOY VUELVO DE LEJOS, DE LEJOS, HOY VUELVO A TU CASA, SEÑOR A MI CASA Y UN ABRAZO ME HAS DADO, PADRE DEL ALMA
Y UN ABRAZO ME HAS DADO, PADRE DEL ALMA.
1.- Salí de tu casa, Señor, salí de mi casa. Anduve vacío, sin Ti, perdí la esperanza, y una noche lloré, lloré mi desgracia.
2.- Camino de vuelta, Señor, pensé en tus Palabras: La oveja perdida, el Pastor, el pan de tu casa, y a mis ojos volvió, volvió la esperanza.
3.- Tu casa mi casa será, será mi morada. Banquete de fiesta, mi hogar vestido de gracia, y una túnica nueva para la Pascua.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
—«Ése acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola: —«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”. Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contesto:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”».
Palabra del Señor.
COMENTARIO breve: El Padre de esta parábola es Dios, el Dios paciente, comprensivo, misericordioso y perdonador…
Y yo, ¿ qué hijo soy: el menor, muy egoísta, que vivo a mi aire, sin Dios y sin pensar en el sufrimiento que puedo provocar a los demás o el mayor, que “nunca he roto un plato”, pero no disfruto del amor de Dios y me cabrea que Dios perdone a todos? Pensémoslo despacio, hermanas y hermanos.
Este cuarto domingo de cuaresma es llamado “de la alegría” porque la Pascua está más cerca. Buen domingo.